El hambre vieja de los Nukak

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Un Viaje Inesperado al Corazón de la Amazonia

Esta es la historia de cómo nos escapamos de la seguridad presidencial en pleno San José del Guaviare, otrora fortín de las FARC, para buscar la última tribu nómada contactada de la amazonia en Colombia y cómo sacamos ventaja tres periodistas para evidenciar el hambre vieja de los Nukak.

Invitación del Presidente y Primeros Pasos

El entonces presidente de Colombia Juan Manuel Santos, invitó a un grupo de periodistas de varios medios de comunicación nacionales y extranjeros a acompañarlo a un viaje al Parque Nacional Natural Chiribiquete. En aquella ocasión, Santos quería hacer el anuncio de otra ampliación que su gobierno iba a realizar del lugar al que muchos han llamado “La Capilla Sixtina de la Amazonía”, lo acompañaban, aparte de los periodistas, el ministro de ambiente Luis Gilberto Murillo, la directora de Parques Nacionales Naturales Julia Miranda y el magnate colombiano Alejandro Santodomingo acompañado de alguno de los miembros de la realeza británica, quién sabe con qué fines.

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De Izq. a Der. Alejandro Santodomingo – Juan Manuel Santos – Julia Miranda – Luis Gilberto Murillo

El Camino a San José y la Espera Inesperada

Los periodistas fuimos citados hacia las 5:00 AM en el aeropuerto militar de Catám en el occidente de la capital colombiana, calculábamos una hora de vuelo aproximadamente hasta San José del Guaviare, una pequeña ciudad en donde las FARC habían sido la autoridad por décadas y distante unas siete horas por tierra desde la capital del país por una muy precaria carretera en parte del trayecto. Más allá de esta población, más lejos y más abandonado es el sitio en donde encontramos el hambre vieja de los Nukak.

San José era la primera parada de la travesía en donde tomaríamos un helicóptero que después de 45 minutos de recorrido se posaría en lo más alto de uno de los famosos ‘tepuyes’, elevaciones geológicas de paredes verticales que hacen parte de lo que se conoce como el “escudo guyanés”;  mesetas características de este hermoso paraíso que más parece la locación de la película Avatar.

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Luego de las rigurosas revisiones de seguridad por parte de los militares que hace parte del equipo que protege al presidente, nos indicaron el avión que debíamos abordar y cada uno fue tomando su sitio en las sillas militares de tubos de aluminio y entretejidos con cintas similares a las de un cinturón de seguridad de cualquier vehículo. Mirando hacia el centro del avión, las dos hileras de sillas alojaron a cerca de 30 periodistas y el personal militar de Casa de Nariño que acompañó el vuelo.

San José del Guaviare

Hacia las 7:30 AM, llegamos a San José con las posaderas un tanto magulladas pero con la gran expectativa del viaje definitivo para conocer desde lo más alto el Parque Nacional Natural más grande de Colombia con una extensión superior a un país como Bélgica y con acantilados de cientos de metros sobre una tupida selva virgen sólo transitada por los indígenas a través de trochas secretas y serpenteantes ríos.

Hasta ese punto del viaje no sabíamos que íbamos a presenciar espectáculos excelsos de la naturaleza contrastantes con las más aberrantes prácticas y los escenarios más dantescos al mismo tiempo.

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Sin embargo la emoción de haber desembarcado, se desvaneció como espuma cuando el Capitán de Navío Andrés Escobar, subjefe de la Casa Militar del Palacio de Nariño en aquella época, nos comunicó que tendríamos que esperar en ese minúsculo y caluroso aeropuerto durante unas horas hasta que el Presidente Santos y sus “invitados VIP” regresaran de otra ciudad, Inírida, en la frontera con Brasil en la que tenía un compromiso previo. Fuimos informados de que esto tardaría al menos hasta medio día y las caras de desconcierto y aburrimiento de los periodistas que consideraban que estaban perdiendo el tiempo fueron muy notorias.

La mayoría de los comunicadores se apoltronaron donde pudieron para tomar una siesta matutina, otros más fueron tras alguna muestra de la gastronomía selvática para desayunar.

Un Encuentro que Cambió el Rumbo

En ese momento nació un diálogo que cambiaría de manera drástica el propósito de nuestro viaje y sin saberlo en ese momento, nos acercaría a registrar el hambre vieja de los Nukak. Se me acercó la periodista María Lourdes Zimmermann me preguntó:

  • ¿Mono, dónde es que estamos?
  • En San José del Guaviare, María.
  • ¿Acá no es donde están los Nukak Makú?, sí, ¡acá es!

Inquietos y sin pretensiones de desaprovechar un solo minuto nos miramos con malicia e invitamos a un tercer cómplice de lo que pretendíamos hacer sin el consentimiento del cuerpo élite de seguridad que cuida al Presidente de la República.

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Como pudimos, Esteban Montaño de la extinta revista Semana Sostenible, María Lourdes Zimmermann en ese momento de Mongabay y yo, de Natural Press, nos escabullimos por entre los policías y militares y cuando menos lo pensaron tomamos un desvencijado taxi cuyo amable chofer aceleró a fondo para sacarnos de aquel encierro.

El Escape Hacia Agua Bonita

Como tres prófugos del cerco de la seguridad presidencial le preguntamos si sabía en dónde quedaba el asentamiento de los Nukak Makú. El conductor sobresaltado puso repentinamente su brazo derecho sobre el espaldar del asiento, torció su cuello dirigiendo su mirada hacia nosotros, levantó una ceja y con aire incrédulo dijo:

  • ¿Ustedes se refiere a Agua Bonita?

Agua Bonita o donde fuera, pero él sabía que ahí era, en esa vereda en donde 22 familias Nukak estaban asentadas, casi recluidas en las más perversas condiciones de salubridad y alimentación a las que humano alguno pudiera estar acostumbrado. Cabe resaltar que 22 familias pueden sonar pocas personas, pero estas no son familias citadinas convencionales de res o cuatro individuos.

Con un “sí señor”, tajante y seco respondí a su pregunta… luego volteó de nuevo la cabeza y sin mediar más preguntas dijo que nos cobraría $20.000 por llevarnos y recogernos media hora después a lo que también respondimos afirmativamente y continuamos nuestro camino por entre grandes fincas de poderosos terratenientes ganaderos.

Sinuoso Camino, sinuoso destino

Al lado de la carretera se observa gigantesco e intimidante el Comando Específico de Oriente es el nombre de la base del Ejército Nacional, y anexo a ella el ‘Hostal Éxtasis’ en donde su sinuosa entrada nos hace suponer que se trata de un establecimiento de bajos precios con habitaciones con una sola cama doble en ocasiones redonda con espejos en el techo y el radio de un vehículo empotrado en la mesita de noche (fue el sobrino de un amigo el que me contó).

Así recorrimos los 20 minutos de camino, casi en silencio hasta cuando por una pequeña vía sin pavimento nos desviamos de la carretera principal. En realidad el paisaje, bastante biodiverso nos hacía pensar cómo habría sido ese pedazo de Amazonía cuando el hombre no había deforestado todo a su paso.

El Encuentro con los Nukak

Al llegar a la entrada del asentamiento nos recibieron las mujeres y los niños de los Wayari Muno (gente del río Guaviare) que dejaban ver las pobres condiciones en las que se encuentra este pueblo abandonado del estado colombiano.

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No pudimos más que escuchar sus historias, tomar algunas fotografías e imágenes en video de una polvorienta tierra casi sin árboles en donde se levantaron unos precarios alojamientos en donde los Nukak conviven con el hambre, la pobreza y el abandono.

Nos preguntamos por qué una tribu nómada, acostumbrada a deambular por cientos de kilómetros cuadrados para conseguir su sustento de la caza en plena selva amazónica, ahora estaba hacinada en ese polvoriento e indigno terreno sin agua, sin árboles ni animales para proveerse su sustento.

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Desde hacía varios años, la guerra con las FARC había acabado por expulsarlos de su propio hogar, de su propia selva, de aquella jungla cerrada y misteriosa que había sido su fortaleza y cubil desde hacía varios siglos.

La principal fuente de financiación de las FARC a todas luces, era el tráfico de cocaína y para proteger sus laboratorios, rutas y lugares de almacenamiento, del asedio del Ejército Nacional, sembraron la selva de minas antipersonales y artefactos explosivos no convencionales. Los Nukak tuvieron que huir de la muerte y ahora se dedican a huir del hambre.

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Allí fue donde Joaquín Dajadad Nimbe, su líder o como se conoce en su lengua, el “weepo”, nos contó cómo se prepara un sancocho para 22 familias con una sola gallina y nos invitó a verlo. “Aquí la comida llega cada 45 días y a los 20 días ya no tenemos qué comer, nos traen muy poquito”, fueron sus palabras. Pero no sólo hambre padecen estas olvidadas comunidades, según consta en un informe de la defensoría del pueblo.

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Montaño, Zimmermann y Castaño pasamos poco más de una hora registrando para los medios de comunicación para los que trabajábamos mientras nuestros colegas franceses, belgas, británicos y colombianos comían empanadas o tomaban una siesta al amparo de la seguridad presidencial.

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Reflexiones Sobre Nuestro Encuentro

Como el taxi no aparecía y se acercaba la hora en la que debíamos estar para continuar con el viaje hacia Chiribiquete, comenzamos a caminar en sentido contrario por donde habíamos llegado. Con la mirada baja lamentando que el estado colombiano sea incapaz de proporcionar las mínimas condiciones de dignidad y respeto por la vida a sus etnias indígenas, recorrimos unos 15 minutos hasta que por fin apareció el destartalado taxi. Hoy recuerdo que han pasado más de cuatro años, un gobierno completo de diferente corriente al de Santos, pero que el hambre de los Nukak es la misma, tienen hambre vieja.

Un Regreso a la Realidad

Con mucho disimulo entramos por un costado del aeropuerto a la zona en la que tenían encerrados a los periodistas bajo el amparo de la sombra que daba un viejo hangar. Cuando la seguridad del presidente se percató de nuestra presencia e indagaron en dónde habíamos estado, la respuesta en coro fue muy sencilla: por ahí, conociendo… yo pensé en silencio – conociendo la Colombia profunda que no se puede conocer desde Bogotá o desde las caravanas presidenciales, ni desde los helicópteros, conociendo esa Colombia que les importa un bledo… conociendo el hambre vieja de los Nukak.

Un Viaje de Significado Profundo

Con más tristezas que alegrías por haber conocido a los Nukak, nos regresamos por donde vinimos a esperar a que aterrizara el flamante “Bell 412 en configuración VIP” con el presidente de la República acompañado por el hombre más rico de Colombia. Y a tan sólo 20 minutos de allí, 22 familias, con niños, mujeres y ancianos aguantan hambre, sed, abandono y la más pavorosa soledad.

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Todos los periodistas embarcamos hacia Chiribiquete en helicópteros Arpía Black Hawk del Ejército Nacional, aterrizamos en la tierra de Avatar contemplando un paisaje absolutamente sublime, minutos después de haber presenciado uno de los más aberrantes espectáculos de la naturaleza, la quema sistemática de la Amazonía, pero eso será otra historia repetida, una historia que no cambia a pesar de que cambien los gobiernos.

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