Casi siempre cuando se comenta o conversamos sobre los árboles se especula en cosas como que son los seres vivos más antiguos sobre la tierra. Y esto no es cierto; ya que la primera manifestación de vida que se presentó en el planeta sucedió hace aproximadamente unos 3.500 millones de años y fueron unos organismos unicelulares. En este viaje por la letras encontraremos cosas que no sabemos sobre los árboles.
Los científicos comprobaron que fueron las ‘arqueobacterias’, los primeros pobladores que dieron inicio al ciclo de la vida en la tierra; además hoy también se sabe que la llamada complejidad multicelular no ocurrió hace 600 años como antes se pregonaba, la ciencia, hace una década atrás encontró que fue hace 2.100 millones que las formas multicelulares aparecieron; sin embargo las plantas sí hacen su aparición hace aproximadamente unos 600 millones de años.
Resuelto o aclarado este embrollo de conceptos considero importante comentar sobre el aporte que hacen los árboles para la continuidad de la vida, empezando por su gran capacidad para ciclar el agua, además renuevan el oxígeno del planeta y contribuyen con el alimento de muchos seres vivos, incluso son considerados como las mayores fábricas productoras de azúcar para el planeta, gracias a su proceso fotosintético. Esto hace que los árboles se constituyan en extremadamente esenciales para el ciclo de la vida de todos los seres y en especial de aquellos que son invisibles y que se les conoce como microorganismos, estos azúcares son utilizados por ellos para alimentarse y multiplicarse por todo el planeta.
¡Pero hablemos de los árboles! Estos seres consumen aproximadamente 2.000 litros de agua cada año de manera natural, sin embargo no todos alcanzan a esa cifra por encontrarse en las ciudades, donde son sometidos a innumerables situaciones adversas.
Son llevados a niveles altísimos de estrés por sequía, son sometidos a podas solo para mantener la armonía y la estética conceptual de los habitantes en las ciudades, les quitan las hojas del suelo barriéndolas, cuando los árboles las depositan en el suelo esperando poder tomar su alimento de ellas y erróneamente son vistas como basura, porque supuestamente “ensucian el piso”, recubierto de cemento y brea.[
Sin embargo los árboles no por ello dejan de hacer su tarea y continúan ayudando de manera natural eliminando aquellos contaminantes que son producidos y expulsados por todos nosotros; es impresionante saber que algunos por no decir la mayoría de los árboles del planeta alcanzan a almacenar hasta una tonelada de dióxido de carbono durante toda su vida, aunque nosotros solo los vemos como simple madera o leña.
Debo resaltar que en algunas ocasiones he escuchado a las personas hablar sobre que este o aquel árbol ya está viejo y se debe reemplazar, sin embargo quiero decirles que esa concepción, además de ser completamente antropizada esta errada, porque los árboles no mueren como nosotros, ellos mueren de pie y no precisamente por vejez, en realidad mueren a causa de las malas prácticas que son infligidas por los seres humanos, como cuando se les realiza podas severas que permiten o facilitan el ataque de insectos y hongos.
También pueden perder la vida lentamente por los excesos de humedad (encharcamiento) o por falta de la misma, en ocasiones le son cercenadas o retiradas sus raíces para aplicar cemento o incluso son intoxicadas con la combustión que expulsan los automóviles, deteriorando sus hojas y el suelo o urbasol.
Es en ese momento cuando queremos comprender sobre lo que ya sabemos pero no entendemos; y es que los árboles viven literalmente del aire, porque estos espléndidos seres vivos al ser autótrofos, son capaces de nutrirse de la atmósfera hasta en un 90% mediante la producción de sus fotosintatos, que luego convierten en almidones y azúcares; y el restante 10% lo toman del suelo, en donde comparten su alimentos en doble vía junto a los microorganismos (hongos y bacterias).
En algunos casos hemos leído o escuchado que ellos hablan entre sí, aunque en realidad no es como nos lo imaginamos. Lo hacen a través de la comunicación de los compuestos que ellos mismos expulsan en concurso con las bacterias; y es a través de las llamadas ‘fitoalexinas’, que son compuestos orgánicos volátiles (COVs) y en algunos casos son capaces de transmitir compuestos dieléctricos que advierten a los otros árboles que el peligro acecha.
Esto hace que se puedan defender por ejemplo de un ataque de orugas, y para producir estos compuestos y defenderse acuden a su recursos de almacenamiento energéticos que les ayudan a expulsar estas sustancias, que puedan atraer avispas parasitarias e incluso aves para que devoren a sus atacantes o bien sean colonizadas para neutralizar el ataque, sin embargo esto debilita al árbol en la espera de poder recuperar su potencial energético.
En Chile podremos encontrar el árbol vivo más viejo de latinoamérica y se es conocido como el “Abuelo”, es un Alerce con más de 3620 años de vida. Considerado el quinto árbol más viejo del mundo con cuatro metros de diámetro, 11 metros de perímetro y 50 metros de alto.
En México también encontraremos un majestuoso árbol de más de 2.000 año, es un ahuehuete denominado “el Árbol del Tule,” llamado así por la misma gente y porque se encuentra en Santa Maria del Tule, Oaxaca. Este árbol posee el tronco más grande del mundo. Tiene poco más de 14 metros de diámetro, pesa más de 600 toneladas, con una altura de 42 metros y en volumen tiene 816.829 metros cúbicos.
Es claro que este árbol se merece su propia fiesta y ¡más!, por eso cada año durante el segundo lunes del mes de Octubre los habitantes de este poblado celebran el día del Árbol del Tule en grande, durante ese día se puede disfrutar de una fiesta tradicional con música en vivo de bandas, lanzamiento de cohetes, rica gastronomía, danzas y mucho más. Estos árboles son el ejemplo vivo de que pueden llegar a ser inmortales. Estos y otros aspectos son lo que no sabemos sobre los árboles.
Biólogo, Arboricultor, Investigador, Coordinador MODS del Instituto Latinoamericano de Arboricultura -ILA- Miembro de la Asociación Colombiana de Arboricultura – ACA, Director de la Fundación Biosierra Nevada