El desbordamiento de los ríos Mocoa, Mulato y Sangoyaco y de la quebrada Taruca ocasionaron una catástrofe en 2017 que dejó 15 mil damnificados y 336 personas fallecidas según reporte de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres. Y las actividades mineras de la actualidad generan preocupaciones de dimensiones geológicas en expertos y comunidades pero no en el gobierno al servicio de las mineras.
Al momento de la tragedia, el Departamento Nacional de Planeación DNP, determinó encargar a un consorcio español para que adelantara el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) de la recién arrasada Mocoa. Como parte del grupo de Gestión del Riesgo, como componente esencial para la proyección del POT, de dicho consorcio estaba el prestigioso geólogo Julio Fierro Morales.
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“Ahí entro a coordinar los estudios para la inserción del riesgo en el ordenamiento territorial de Mocoa. Eso nos dio un conocimiento bastante profundo sobre ese municipio, los estudios se elaboraron durante todo este año y se entregaron en el 2018”, recuerda Fierro Morales.
Pero ¿qué tan peligroso podrían ser las actividades de exploración, que incluyen sísmica y/o perforaciones y la manipulación de la montaña para confirmar si existen suficientes depósitos de cobre en el subsuelo?, sobre todo teniendo en cuenta que la zona de exploración se encuentra a tan sólo 10 kilómetros de la ciudad de Mocoa, ubicado sobre las montañas de la misma cuenca de la cual se desprendió esa avenida fluvio-torrencial que ya arrasó con ella.
Fierro advierte que “se podría pensar que en términos de estabilidad, es mejor no tocar en esas pendientes y declarar como área forestal protectora a buena parte de esas laderas, al tomar un mapa, prácticamente, toda la zona montañosa de Mocoa, tendría que ser declarada con vocación exclusivamente forestal de acuerdo con el Decreto 877 de 1996 y eso ya empezaría a constituirse como restricción a este tipo de actividades. Definitivamente no es una buena idea hacer minería en una zona tan lluviosa y que además es supremamente inestable”. La intervención de un área inestable provoca preocupaciones de dimensiones geológicas.
Hay casos en otras partes del país, como en Santander, en donde un juez le dio la razón a los campesinos porque había una asociación de tiempo y espacio entre deslizamientos y la sísmica de actividades extractivas. “En el momento en el que el grupo de investigadores profesionales y científicos, fuimos contratados para definir el Ordenamiento Territorial, la minería quedaba prohibida, incluso, el alcalde suscribió un acuerdo municipal con el Concejo, que ratifica que la minería está vedada en el municipio”.
De otra parte, el tema del agua subterránea es algo que inquieta sobremanera al geólogo Fierro Morales, “esta es un área que tiene aguas maravillosas, me refiero a que son muy limpias todavía, que en caso de iniciar proyectos mineros, sin duda se van a contaminar”. Pero cuando se emplea el término ‘contaminar el agua’, se suele caer en terrenos muy vagos y generales, por eso es pertinente señalar en qué consiste la contaminación del agua por cuenta de la minería de cobre.
“Para puntualizar sobre cómo se contamina el agua tenemos que preguntarnos cómo son las rocas que tienen oro y cobre, como es el caso de las rocas de Mocoa, y que son similares a las rocas en Antioquia en Quebradona y en La Colosa en el Tolima donde Anglo Gold Ashanti hizo exploración y donde hay documentados ya ciertos impactos por daño a acuíferos y por contaminación de aguas”.
“Estas rocas están asociadas al azufre y tienen altos contenidos de sulfuros, cuando están en equilibrio al interior de la montaña, no pasa nada, pero cuando se extraen, se exponen al aire y de forma inmediata se desatan unas reacciones químicas que acidifican”, expone Fierro Morales y deja en claro que no sólo en términos de estabilidad son justificadas las preocupaciones de dimensiones geológicas.
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La acidificación de las aguas subterráneas es un fenómeno que genera unas consecuencias, “algunas son obvias, por ejemplo, existen unos organismos vivos, unos ‘bichitos’, que viven en el agua con un pH de 6 o de 5,5, que es lo típico en Mocoa, pero la actividad minera cambia el pH del agua a 3 o 4, esos organismos se mueren, por eso todas las quebradas que están cercanas a las minas, tienen muy poca vida o ninguna, entonces todo el ecosistema se colapsa”, esto desde el punto de vista de las redes tróficas o cadenas alimenticias.
“Pero además, un agua ácida disuelve los metales, el hierro, que es el metal más común en la corteza terrestre, pero también el cadmio, el plomo y el mercurio entre otros, entonces, que una actividad minera acidifique el agua significa que los cuerpos de agua se pueden volver dispersores de esos metales pesados”, explica Fierro y es pertinente anotar que algunas de las consecuencias de la exposición a metales pesados son “la disfunción gastrointestinal y renal, los trastornos del sistema nervioso, las lesiones cutáneas, el daño vascular, la disfunción del sistema inmunitario, los defectos de nacimiento y el cáncer son ejemplos de las complicaciones de los efectos tóxicos de los metales pesados”, según estudios científicos como este que se cita, del mundialmente conocido Mahdi Balali-Mood, doctor de la Universidad Mashhad de Ciencias Médicas en Irán.
Pero eso no es todo, hay más, “los sulfuros, cuando se exponen al aire, con todo este proceso de acidificación, se convierten en sulfatos y ellos son otro tipo de contaminación del agua. Cuando se perfora o peor aun cuando se hacen túneles y galerías, como parte de las actividades de exploración, comienza a ingresar aire en el subsuelo comienzan a ocurrir las transformaciones de las que estamos hablando, los elementos al interior de la montaña pueden ser tóxicos, pero sin aire están estables, están en un equilibrio geo-químico, el problema es el oxígeno del aire porque es uno de los elementos más reactivos de la naturaleza, entonces meter aire es despertar aquellos elementos que estaban allá abajo quietos”.
Los ‘Jaibanás’ (chamanes) de algunas comunidades indígenas en el Chocó, aseguran que se despiertan los ‘Jai malos’, los espíritus malignos que viven debajo de la tierra si se hace minería y de la misma forma lo aseguran los miembros de las comunidades Amazónicas. Las preocupaciones no sólo obedecen a la ciencia que se expresa, también y no menos importante, a la cosmogonía de los pueblos ancestrales, sus hombres espirituales también tienen preocupaciones de dimensiones geológicas.
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“Donde tumben todo eso, o dejen desierto, la madre tierra siente y cobra caro como lo sucedido con la avalancha. Allí hay muchos lugares sagrados que deben ser protegidos y donde hay espíritus que cuidan la tierra. Allí está el aire, el agua, la casa y el alimento de muchos seres vivos como de plantas medicinales”, le explicó el Taita Pablo de la comunidad inga Camentsá de Mocoa al medio Infoamazonía. La cosmogonía de las comunidades ancestrales tanto del Chocó, como de la Amazonía, saben ‘cómo son las cosas’ y sus autoridades espirituales coinciden en que para evitar molestar de los espíritus, es mejor ‘dejar quieto lo que está quieto’.
En definitiva, las explicaciones de este geólogo, dan cuenta clara, con hechos científicos, que la exploración minera, a pesar de que según la ley colombiana, no es una actividad sujeta al licenciamiento ambiental, es, a todas luces una actividad que, en gran medida, atenta contra los recursos naturales generando altos impactos y modificando fisicoquímicamente lo más básico de cualquier ecosistema como es el agua y en efecto cascada, todos los organismos y demás recursos que depende de ella.
El anterior alcalde de Mocoa, José Antonio Castro Meléndez, suscribió con el Consejo Municipal, desde el 6 de diciembre de 2018, a escasos meses de la tragedia, un acuerdo municipal para “prohibir en la jurisdicción del municipio de Mocoa el desarrollo de actividades mineras de metales y la gran y mediana minería de los demás minerales”.
A pesar de ello, la empresa minera Libero Cobre, adelanta labores de exploración en contravía de la voluntad de las administraciones elegidas por voto popular por las mayorías en ese municipio. Pero la empresa ha ido más lejos aún, en su afán por extraer, a como dé lugar, los recursos contenidos en el subsuelo de estas montañas y hacer minería de cobre en Mocoa. Interpuso una demanda en contra del municipio de Mocoa con el propósito de que la justicia declarara nulo el mencionado acuerdo municipal.
El juez resolvió no declarar la suspensión provisional del acuerdo 020 de diciembre de 2018 mediante el cual se “dictan medidas para la preservación y defensa del patrimonio ecológico y cultural del municipio de Mocoa”.
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Entre las consideraciones del juez Vladimir Enrique Herrera Moreno, se destaca un párrafo en el que expone con claridad meridiana que “el Putumayo es el quinto departamento en Colombia con los mayores índices de deforestación, el desarrollo de proyectos de explotación minera han contribuido al aumento de la vulnerabilidad de unas condiciones geológicas que han desembocado en tragedia (…) que si bien es cierto, también se lo atribuye a la falta de previsión del riesgo, a la planificación y ordenamiento territorial; la deficiente protección ambiental de los afluentes hídricos y los bosques amazónicos y la deforestación y erosión de la tierra causadas a raíz de las actividades mineras, tienen un componente importante, pues la avalancha y las inundaciones ocurridas en el municipio en el año 2017 tiene como una de las posibles causas el resquebrajamiento de la tierra por las exploraciones mineras que hacen las multinacionales dedicadas a esta labor”.
Una hipótesis que manejan varios expertos en el país como Julio Fierro. No sólo la ciencia, la cosmogonía ancestral, ahora también la justicia a través de un Juez de la República dejan en claro que no es un tema menor, son preocupaciones de dimensiones geológicas
Y el juez avanza criticando al Estado colombiano al concesionar el territorio para este tipo de actividades, “desestimando y desechando las opiniones de las comunidades étnicas que con clamor pregonan la protección y preservación de los bosques amazónicos, solicitando se realice un desarrollo sostenible a largo plazo y la conservación del capital natural, así como la exclusión de la práctica minera en las zonas amazónicas”.
Pero esto no paró allí, el 18 de noviembre de 2021, el Consejo de Estado le respondió a la Agencia Nacional de Minería que interpuso un recurso de ‘reposición y súplica’ en contra de la decisión del juez. En esta ocasión el Consejo de Estado rechazó la petición de la agencia del estado que opera en favor de las multinacionales mineras declarándola improcedente.
A pesar de ello, la empresa continúa adelante e insiste en realizar actividades extractivas en el municipio, esto ha motivado que el actual, alcalde John Jairo Imbachi, enviara un oficio en el que afirma que no permitirá este tipo de actividades en el municipio y advierte que “son atribuciones del alcalde cumplir y hacer cumplir la Constitución, la ley, los decretos del gobierno, las ordenanzas, y los acuerdos del concejo, así las cosas, como primera autoridad del municipio de Mocoa, es mi deber que, el no cumplimiento a las normas expuestas, permitirá la apertura de los procesos administrativos y policivos que la ley y la Constitución establece”.
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A pesar de que en la zona de influencia del proyecto minero, confluyen cinco ríos y un número importante de afluentes menores y que se estima que el 42% de los acueductos del Putumayo dependen de estas fuentes hídricas para su abastecimiento además de ser una región supremamente rica en biodiversidad, según Corpoamazonía, autoridad ambiental en el territorio, se cuenta con más de 552 especies de aves, 210 de mamíferos y 154 de mariposas, sumados a algunas especies amenazadas como la danta y algunos primates, la empresa Libero Cobre insiste en avanzar con las actividades que pueden poner en grave riesgo la funcionalidad de todo el ecosistema al hacer minería de cobre en Mocoa
Todo lo anterior, con el gentil auspicio de la Resolución 110 mediante la cual el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia genera mayores dinamizadores de la deforestación para el país más biodiverso del mundo por metro cuadrado, el mismo con altos índices de deforestación en todo el planeta, el mismo cuyo presidente se compromete internacionalmente a frenar la degradación ambiental, Colombia, sin duda muchas preocupaciones de dimensiones geológicas.
Informes especiales e investigaciones adelantadas por Alberto Castaño – Camacho y María Lourdes Zimmermann