En enero de 2018, comunidades de las veredas Córdoba, Arenal y Terama del municipio de Junín, avistaron un oso y dieron aviso a Corpoguavio, de inmediato los Promotores Ambientales Rurales realizaron un control y monitoreo detallado del área. Durante el recorrido dice la autoridad ambiental, avistaron un oso que justo se estaba comiendo un cerdo en una porqueriza.
El extraño hecho alertó a la comunidad por lo que la Autoridad Ambiental procedió a capturar el animal en compañía de la Fundación Bioandina con el argumento que el oso se encontraba retirado de su hábitat y cercano a las viviendas de los campesinos.
Las imágenes dejan ver al animal entre la finca y el límite del bosque una condición propicia para el encuentro.
La captura se hizo con el fin de propender por el bienestar de la comunidad y el Oso y esa idea se ha mantenido hasta el momento, según la Fundación Bioandina y Corpoguavio el animal no le teme a los humanos y por esta razón lo mantienen encerrado sin un plan de relocalización.
Pero surge la idea entre dos fuentes inconexas que no quisieron revelar su nombre pero conocen el caso, que el comportamiento del animal indica que presuntamente ya había estado en cautiverio.
Y aunque el comunicado de prensa de la entidad en su momento, afirmaba que tras la sedación del animal una vez se capturó, “se realizó un examen clínico de campo por parte del Dr. Orlando Feliciano y se encontró al oso en excelentes condiciones físicas, posteriormente se procedió a su traslado al Centro de Atención y Valoración de Fauna Silvestre de la Fundación Bioandina Colombia, donde permanece bajo observación y cuidado médico veterinario”, dos años después.
El Informe Técnico
Pero el informe técnico es diferente, se habla de “un animal de baja condición corporal y 65 kilos de peso, deshidratación leve y pelaje opaco. Se realiza balance de dieta y suplementación multivitamínica, se mantiene en un recinto solo. Una vez el individuo se encuentra recuperando su condición corporal, se junta con dos individuos de su misma especie, un macho y una hembra”.
Justo en medio de esta investigación, la Fundación Bionadina afirma que el animal está listo para liberar después de dos años en cautividad, pero la pandemia ha retrasado el proceso.
Profesionales que hacen parte de diferentes autoridades ambientales, quienes prefirieron dejar en reserva su identidad por miedo a represalias institucionales o personales, se cuestionan, “¿por qué un animal que está sano, con el cual se presentan conflictos por territorio y por ende por alimento, es confinado en un centro de rehabilitación durante tantos años en lugar de generar procesos de educación y sensibilización en las comunidades?
No justificamos el encierro del animal en lugar de armonizar la existencia de las especies en la naturaleza, pero mucho menos que no se haga un proceso de reubicación del mismo en el menor tiempo posible”, agregó la fuente.
Otro caso parecido fue documentado por la entidad en la vereda Trinidad del municipio de Guasca en Cundinamarca en septiembre de 2017. El animal cayó en desgracia ante los ojos de la autoridad ambiental por haber atacado a una ternera y como consecuencia de ello, fue capturado, sometido a varios días encerrado en una jaula de traslado y posteriormente reubicado en su lugar de liberación en el mismo municipio de Guasca.
Corpoguavio aprobó el protocolo y se hizo lo mismo, captura, sedación y translocación, en el Santuario del Oso andino conocido como la reserva El Páramo de 54 ha, propiedad del veterinario.
Un caso inverosímil
Para el experto Armando Castellanos la historia parece inverosímil. “Su versión de los hechos no la creo”, afirmó enfático, cuando Natural Press le consultó su opinión sobre ambos casos, “encontrar un oso comiéndose una res o un cerdo no es fácil, yo nunca lo he podido ver”, destaca Castellanos. Además, explica “nadie puede atrapar un oso silvestre, llevarlo a un encierro y que no se haga pedazos. Someter al animal a la anestesia, al estrés de capturarlo, meterlo en una jaula y cuando el animal despierta ya es demasiado, si es un animal grande va a destrozarse en el encierro, la verdad no conozco un caso como ese. Sólo el hecho de capturar un oso silvestre es ganarse la lotería”, afirma el investigador.
Pero el mismo término es usado por Feliciano cuando en medio de una caminata en su santuario le dice a quienes hacen el recorrido que, ver un oso no es fácil, los animales son tímidos y huidizos muy difíciles de ver, “de hecho el día que uno se encuentra con un oso debe comprar el baloto” (minuto 5′ 10”) afirma el veterinario, lo que demuestra la dificultad de encontrarse animales silvestres en las condiciones en las que han sido capturados dos y relocalizado uno de ellos.
Las donaciones para el oso Wuari
Natural Press encontró que en la página web del santuario se pedían donaciones por seis de los nueve osos que tienen en el lugar, uno de ellos era Wuari el oso de Corpoguavio que permanece en cautiverio.
El santuario, pide recursos por aquellos animales que han sido dejados a su suerte por las corporaciones autónomas y otras entidades para su mantenimiento por los altos costos que estos suponen, cifras que hoy no están claras, pues el veterinario maneja diversas versiones y afirma que, espera un mayor compromiso de las instituciones del Estado con quienes realiza contratos anuales millonarios, para el mantenimiento, buen estado y bienestar de los animales de los CAVR.
Natural Press le preguntó a Corpoguavio por la situación, teniendo en cuenta que entre la lista de osos por los que hace petición de donaciones, se encuentra el oso capturado en el año 2018 en la jurisdicción de esta autoridad ambiental y la entidad respondió que, “la Corporación ha velado por los cuidados y manutención de este ejemplar; a través de recursos asignados al Convenio de Asociación N°200-12-13-235 del 31 de mayo de 2017 y actualmente se cubre los gastos de manutención de este Oso Andino a través del Contrato prestación de servicios N°200-30.4-386 del 25 de septiembre de 2019, por la suma de $231’870.000=, el cual se encuentra en ejecución para atender los requerimientos que se presenten frente al individuo y los demás animales que se encuentran en el CAVR”.
Pero la insistencia del veterinario de hacer un llamado a las instituciones del Estado y su aporte de recursos y no dar a conocer su vinculación con estas entidades deja dudas, incluso ha llegado a asegurar que vive “De milagro” como lo aseguró a la revista BOCAS y expresa “No, mentiras. Pues, de varias cosas. En mi caso, de mis trabajos con otras entidades. Con los recursos que quedan de mi salario he podido mantener los osos porque hay muchos que no llegan por una institución, entonces todo lo que demande su recuperación lo asumo yo. Hemos conseguido también aliados muy importantes, como el parque Jaime Duque”.
A pesar de las multimillonarias inversiones que diversas instituciones han hecho durante muchos años con dineros públicos, Feliciano insiste en decir que se encuentra solo, que las entidades del estado lo han abandonado y que subsiste de milagro y con pobres aportes públicos así como lo menciona en esta entrevista concedida al medio El Nido del Cóndor (minuto 13’23” y 19’36”).
Puede consultar los contratos y convenios Aquí
Las solicitudes del veterinario a sus posibles aportantes
En el mes de marzo cuando los zoológicos del país se declararon en emergencia, el veterinario Orlando Feliciano quien mantenía un contrato por valor de 231.870 millones de pesos con Corpoguavio para mantener los animales del centro de recepción y un oso, hizo una campaña de alto alcance con presencia en medio nacionales e internacionales para pedir aportes para alimentar a los nueve osos del santuario teniendo en cuenta que el mayor aportante a su proyecto, el Parque Jaime Duque atravesaba por una dura situación ante el cierre de sus instalaciones.
Con un mensaje que desconocía los aportes públicos que recibía, el veterinario le mostró al mundo que el mantenimiento de sus animales tenía un costo mensual de 25 millones de pesos que cubren la alimentación mensual de los animales que consumen 1.5 toneladas de fruta y el pago de tres de sus colaboradores.
Cada oso consume 15 kilos de fruta al día, así que Orlando hace un viaje semanal a Corabastos, donde compra alrededor de una tonelada de comida, que puede costar entre $ 1’800.000 y $2’000.000.En el santuario, además de él, trabajan otras tres personas. Juntos cuidan de los osos hasta que estos están listos para regresar a su hábitat natural. Les brindan atención médica y comida a diario, pero como todos, se han visto afectados por la pandemia.
Para el funcionamiento del santuario se necesitan $25’000.000 mensuales. Por eso, con ayuda de la agencia Bombai, crearon una estrategia para que cualquier persona pueda donar. Consulte cómo aportar en www.santuarioosodeanteojos.org
Pero su página web y sus redes sociales, manejan una información diferente. Según la página el costo mensual es de 12 millones de pesos por lo mismo, incluidos los costos de los dos técnicos que lo ayudan pero que no son profesionales en el cuidado de los animales, sólo tienen la experiencia adquirida con el veterinario, un par de campesinos de la zona que lo han venido acompañando con un enorme compromiso por el cuidado de los animales tal y como lo afirman quienes han trabajado con ellos.
Según Paola Gómez bióloga que trabajó con el veterinario, eran Jhon y Yennie quienes alimentan los animales y aún velan por ellos, asegura la bióloga. “Ellos cuidaban y construían los encierros con la madera del bosque ambos son la mano derecha de Orlando pero no son profesionales, ni técnicos”.
Las dudas en el manejo y solicitud de recursos para el santuario las plantea su mismo director que no mantiene discursos transparentes y coherentes según lo hemos confirmado en esta investigación.
Uno de los hechos más graves develados por esta investigación fue la muerte del primer oso nacido en cautiverio en Colombia a manos de trabajadores de la Fundación Bioandina. El deceso de este individuo, en un intento de recaptura tras el cuarto escape del animal, no fue reportado ante la autoridad ambiental como las normas ambientales lo exigen. Una historia que inició en el departamento de Risaralda en el zoológico Matecaña y que terminó dramáticamente en Bioandina.
Informes especiales e investigaciones adelantadas por Alberto Castaño – Camacho y María Lourdes Zimmermann