Una entrevista con Armando Viga, uno de los herederos de ese espíritu de conservación naciente en esta familia cordobesa ex cazadora y recolectara de huevos de tortuga de río muestra como el compromiso y amor por la naturaleza puede ayudar a recuperar una especie críticamente amenazada. Familia de Córdoba conserva la tortuga de río.
Caño Viejo es una vereda del corregimiento de San Nicolás de Bari en Lorica Córdoba, una pequeña población con un caño inquieto que corre paralelo al río Sinú ubicada en la costa caribe al norte de Colombia, lugar en el que hace 13 años viene trabajando una familia por la conservación de una especie de tortuga endémica y gravemente amenazada, la tortuga de río Podocnemis lewyana.
Sus pobladores han sido por tradición pescadores, balseros y recolectores de material de arrastre en las playas del Sinú. Una gente de río, integrada con el agua, dependientes de la naturaleza y ahora, apasionados por su conservación.
Muchos de los pescadores del Sinú también son recolectores de huevos y consumen la carne de la Podocnemis lewyana o tortuga de río, también conocida como tortuga del Magdalena. Pero la presión sobre la especie por la destrucción de su hábitat al secar los cuerpos de agua para ampliar zonas de ganadería y agricultura, la contaminación con mercurio, la presencia de hidroeléctricas que han generado cambios en las dinámicas del agua, las corrientes y playas en las que habitan y anidan las tortugas, la proliferación de plantas acuáticas como el buchón de agua y el tráfico de la especie para la venta de su carne y huevos, han venido diezmando las poblaciones de las tortugas de río.
Y es que ser endémica, habitar únicamente en Colombia en la cuenca Caribe y Magdalena- Cauca la hace más vulnerable a desaparecer al no estar distribuida en otro lugar del planeta.
Según el Catálogo de Anfibios y Reptiles de Colombia, “La Podocnemis lewyana habita en los ríos Magdalena, Sinú y Cauca en los caños y ciénagas que conectan con estos y otros ríos y se distribuye en los departamentos de Antioquía, Atlántico, Bolívar, Boyacá, Caldas, Cesar, Cundinamarca, la Guajira, Sucre, Magdalena, Santander, Tolima y Córdoba”, este último es uno de los paraísos de su conservación, pero también uno de los departamentos en lo que sufre una gran presión.
Los Viga, una familia de siete miembros en Caño Viejo, son ahora reconocidos por el proceso que vienen gestando desde hace más de una década a favor de esta tortuga única o endémica de Colombia que según la organización The Wildlife Conservation Society WCS es una de las 25 especies de tortugas más amenazadas del planeta.
Nosotros vivimos a la orilla del Sinú, mi padre, un hombre de 75 años es la inspiración en todo lo que hacemos, le cuenta a Natural Press Armando Viga.
Mi papá se llama Luis Alberto Viga, -con V pequeña- me dice, cuando era niño sufrió poliomielitis y a los tres años a pesar de su discapacidad y su dificultad para caminar, él aprendió a manejar el río, a navegar como ninguno en canoa y a cazar las tortugas. Cuando nosotros nacemos el viejo pescador y cazador, nos enseñó a pescar y cazar y hacíamos mucha presión sobre las ellas. -Tortuga que le poníamos el ojo era tortuga cazada para el consumo o el comercio ilegal, imagínese una familia completa en función de la cacería y la venta durante décadas-, cuenta Armando Viga.
Pero las cosas cambiaron para la familia Viga en el año 2006 cuando la cacería, la captura y el consumo de la tortuga de río dio un giro. “Con la puesta en marcha de la hidroeléctrica de Urrá en el año 2000 la tortuga sufrió un impacto muy fuerte y hoy está críticamente amenazada” afirma Armando.
La represa de Urrá es una de las tantas amenazas, pero los Viga como tortugueros con una larga tradición de depredación de la tortuga empezaron a ver que las presiones sobre ellas eran visibles, su presencia sobre las playas del Sinú ya no era tan abundante.
Armando se fue a estudiar, pero nunca quiso dejar el pueblo y alejarse de sus tradiciones, “así que en ese afán de salir adelante fui a la universidad y me hice profesional, me quedé en mi pueblo y en el año 2006 se nos ocurrió colectar los huevos de las tortugas en nuestra casa, al aire libre y en piso de tierra y así comienza esta historia”.
¿En qué piensan cuando arrancan el proyecto?
Nosotros pensamos en ser una familia por la conservación, porque como cazadores de la tortuga y colectores al traer esos huevos ya no para comerlos, sino incubarlos en el patio de la casa y ver nacer los tortuguillos sería algo muy importante.
En ese momento nos cambió la vida en un abrir y cerrar de ojos. Pasamos de ser consumidores de la tortuga a ser conservacionistas de una especie sobre la que ejercíamos mucha presión.
¿Cómo empiezan a ver los frutos de la reproducción en cautiverio?
Empezamos solos y esto llegó al oído de científicos y biólogos que curiosos vinieron a Caño Viejo a ver lo que estábamos haciendo y los científicos empezaron a dejarnos sus conocimientos. Hemos avanzado en un 80% con ensayo y error, y un 20% con los aportes científicos. Con los resultados que fuimos obteniendo, buscamos literatura y poco a poco logramos ir mejorando el proceso.
Incubar artificialmente y tener éxito es un gran logro
Cuando iniciamos tuvimos tiempos de incubación de 80 a 75 días y hoy, hemos logrado en la incubadora llevar el proceso a 55 días y en la vida natural esta se da en 50 días. Tenemos cinco días de diferencia entre la incubación natural y la artificial.
La arena de las cubetas tiene la temperatura y la humedad perfecta, los criadores recrean para esos huevitos, ese momento en la naturaleza en el que la tortuga sale del agua y sabe en qué playa depositar sus huevos, ni tan lejos del río ni tan cerca de las corrientes. Entonces en una incubadora, un recinto cerrado, una especie de horno con espacio para cientos de cubetas cubiertas con arena, una humedad y una temperatura adecuada, el calor constante y la presencia de nodrizas que las vigilan, los huevitos tienen unas condiciones parecidas a las que la tortuga busca en la naturaleza con una gran diferencia, en la casa de los Viga están protegidas de los depredadores.
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La temperatura promedio en la incubadora según Armando Viga es de 33.4 grados centígrados pero una variación de 5 grados más, permite la modificación en sexos de los tortuguillos a mayor calor más hembras tendrán la posibilidad de convertirse en nuevas reproductoras para traer más tortuguillos a la vida natural.
¿Y cómo es el momento de la eclosión?
Cuando ellas salen de la cáscara después de 50 días, se esconden en la arena cinco días para absorber el vitelo, (esa mezcla de materiales proteicos utilizados para la nutrición embrionaria que cubre la periferia del huevo). Al día seis se pesan, se miden y al salir las marcamos con colores, cada uno representa la playa en la que va a ser liberada e igualmente identificamos a que playa pertenecen los neonatos.
Se llevan a la pileta una o dos semanas para que tengan contacto con el agua tal y como lo harían en la naturaleza y luego son liberadas en las playas de origen, de donde salieron vuelven.
¿Qué sé siete al ver miles de tortugas salir del huevo y luego ser liberadas?
Mi madre llora, cuando se hacen las liberaciones, ella dice: “se van mis hijas, aquí están seguras y no les va a pasar nada, pero al salir de aquí se van a un mundo diferente y lleno de depredadores”. Es un sentimiento muy grande, porque antes éramos cazadores y hoy, ver nacer tortuguillos no tiene precio pero si, un gran valor sentimental. Somos una familia por la conservación.
¿A dónde quieren llegar con esto, cuál es el fin que persiguen?
La tortuga de río Podocnemis lewyana está críticamente amenazada y si no hacemos nada se va a extinguir entonces nuestro propósito es restablecer el equilibrio de la especie del río Sinú y evitar su extinción.
¿Han pensado manejarla para zoo cría?
Mientras no se restablezca la población no pensaríamos en zoo criarla y trabajamos de la mano de la Corporación Autónoma Regional de los Valles del río Sinú y San Jorge CVS para hacer todo este proceso, tenemos apoyo de la Empresa Urrá por seis meses sobre todo para la época de desove en el verano y otras organizaciones también nos han ayudado, pero nos quedamos cortos, quisiéramos llegar a más gente, a más playas y trabajar con más personas porque ya hemos devuelto al río más de 25.000 mil tortugas.
Imagen de portada: La Razón de Córdoba
Ahora, urge hacer un estudio para identificar si realmente se ha generado un aumento en las poblaciones, aunque Armando y su familia ven la recuperación gracias al gran ejercicio de ciencia local y comunitaria que han hecho, determinar cuánto han aportado a ese mejoramiento de las poblaciones es una tarea de la ciencia, las organizaciones y la autoridad ambiental que apoya a esta familia por la conservación. Familia de Córdoba conserva la tortuga de río.
Periodista ambiental y de conservación